sábado, 9 de febrero de 2008

Las etiquetas

Pocas cosas me dan tanta rabia como cuando las personas me ponen una "etiqueta", por la razón que sea, y a partir de ahí asumen que ya saben cómo pienso sobre cualquier tema, o cómo actúo ante cualquier situación.


Por ejemplo: en estos días es costumbre que salga el tema de la política, por la proximidad de las elecciones.


-¿Y qué opinas de lo que ha dicho tal político?
-Que es un capullo.


Pensamiento de la otra persona: "ajá: eso significa que es más del otro bando. Por lo tanto... está a favor de ésto, de ésto, de ésto, y está en contra de ésto, de ésto, y de esto otro".


-Y entonces qué, entonces ¿a tí te mola que Fidel Castro encarcele a la gente que quiere la libertad, verdad que sí? ¿Que les fusile como hacía Stalin?


Y te quedas con una cara de idiota que no sabes qué responder. Intentas razonar, preguntar ¿de dónde narices has sacado esa idea de mí?, pero su mirada te dice "te conozco, chaval, no puedes engañarme. Te he etiquetado y ya no me creo nada de lo que me digas".


Joder.


Rara es la persona con la que yo coincida al 100% en todo. De hecho, no conozco ninguna. De hecho, no creo que exista ninguna persona en este mundo con la que yo coincida en todas mis opiniones. Siempre hay algo en lo que puedes discrepar con alguien, por muy "alma gemela" que sea.


Y entonces ¿cómo llegas a relacionarte con la gente? ¿Cómo lo pasas bien con alguien, con qué personas tienes interesantes conversaciones? ¿Con qué gente conectas? ¿A qué gente votas en las elecciones?

Pues es simple: todas esas cosas las haces con gente con quien coincides en la mayor parte de las cosas. Tendrás discrepancias en algunos temas o en algunos matices, o directamente pensarás que la otra persona está completamente equivocada sobre algo. Pero coincidirás en casi todo lo demás, a grandes rasgos.

En el caso de Cuba, que alguien comentaba un par de entradas más abajo (comparando, por cierto, churras con merinas), se sigue un razonamiento aún más perverso, que viene a ser así. Aquí el amigo del blog, o más bien sus opiniones, se sitúan en una determinada órbita izquierdosa -> nada de órbitas: es izquierdoso y punto -> izquierdosos hay muchos -> entre los izquierdosos hay alguna gente que apoya el comunismo en diversos grados -> entre esos grados está el apoyar a tope a Fidel Castro y todo lo que hace, y alguna gente lo piensa así.

Ergo: este blog apoya oficialmente a Fidel Castro y todo lo que hace.

Pues no, coño.

Ese razonamiento es como decir que a todo aquel que vota al PP, le mola fusilar poetas (¿a que sí), y se les debería prohibir la entrada a cualquier acto teatral o de poesía.

Para algunas personas, parece, el asignar etiquetas a la gente ("éste es así", "ésta cojea de ese pie") es la única manera que tienen para "trabajar" mentalmente con ellos, para tratar de tú a tú. No se ven capaces de tener una charla con alguien si no tienen claro cómo piensa de absolutamente todos los temas.

Es como aquellas personas que no pueden entender el mundo si no es dividido en "bien" y "mal". Blanco y negro. No existen los grises. La idea de que algo que es bueno para alguien seguramente será malo para otro, bloquea su lógica y les hace incapaces de llegar a conclusiones. ¿Cómo voy a juzgar lo que hace esa persona, que me parece malo, si... mmm... quizás para otros es una buena cosa? no no no no: es malo y es malo, el mal es absoluto. Yo creía que lo del bien y el mal ya estaba superado, que ya habíamos aceptado que el mundo es un sitio complejo, una red infinita de decisiones y relaciones que dan como resultado una escala difusa de satisfacciones o insatisfacciones para las personas; pero aún hay gente que se refiere a otros en términos de "ese tipo hace el mal cada día" (hola, J-Lo).

O como "a tí te molan los dictadores ¿verdad? Y ¿qué me dices de matar a los niños? ¿Te pone, eh?"

Perdón por el ladrillo, estaba aburrido esta tarde. Pero me apetecía decir de una vez, que nadie tiene el conocimiento de lo que yo pienso... más que yo mismo.

Y a veces, ni siquiera.

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