viernes, 23 de junio de 2006

...poder vivir sin aire

Nada de aquello fue al uso. El sitio era enorme, como para mil personas, con las mesas en unas plataformas en varios niveles, una especie de piscina con fuentes y flores por doquier. Espectáculo flamenco entre la carne y el pescado, camareros con antorchas, mucha niña mona, vamos, bastante espectacular todo.


Pero lo que me impresionó más, sin duda, fue la actitud de los novios, nuestra amiga y su recién estrenado pariento.


Si algún invitado se levanta y berrea un "que se besen, que se besen", la costumbre es que los novios, tímidamente, se pongan de pie todo vergonzosos y se den un piquito rápido, a ver si se callan ya tus amigos, cariño, mira que son escandalosos. Estos no. Estos se ponían de pie, y se pegaban unos morreos de campeonato, disfrutando cada segundo de cada uno, y mira que duraban un ratito. Vamos, como si llevaran una semana saliendo y estuvieran en la fase "pasión total vamos que se acaba el mundo".


Pero la cosa no acabó ahí. También es típico en las bodas que el baile se abra con un vals, donde los novios demuestran lo poco que han visto "Mira quién baila" y se tropiezan, se chocan y hacen el pato un rato. Estos no. En vez de eso, se hizo la penumbra y comenzó a sonar Maná.


Y estos dos comenzaron a bailar. Más bien se abrazaron, y mirándose a los ojos comenzaron a cantarse la canción el uno al otro al oído... a acariciarse el pelo... a hablarse... al ritmo de la musica. Ajenos a los cientos de personas que les miraban, ajenos a la situación, ajenos a los flashes de los invitados, ajenos a todo, decidieron disfrutar de su momento, de su día, de su canción, durante unos minutos durante los cuales el tiempo no transcurrió. Atrás habían quedado las prisas, las reservas, la iglesia, el hotel, el viaje, la lista de invitados, el trabajo, todo. Sólo estaban ellos dos bajo un foco de luz, como en la escena final de una película cualquiera de Julia Roberts.


Bueno, ejem, normalmente no suelo ser tan pasteloso, pero qué coño, todos hemos pasado por esa fase de mirar a "tu" persona y volverte gilipollas. Y no todos los días se ve una demostración de cariño tan evidente entre dos personas, en este puto mundo donde te caes al suelo en medio de la calle y la gente ni te mira.


Por eso me alegró un montón ver a mis dos amigos pasando tan buen rato, el día de su boda, como si fuera la primera noche que salen juntos. Ole por ellos.


Y por eso me alegro también cuando, por comentarios y cosas de la vida, me entero de que más gente conocida va cayendo en "la trampa" :-) Ole por ellos y ellas también. Que nunca dejen de sentir la misma sensación que se respiraba en el aire aquella tarde, en aquel restaurante de Villanueva del Trabuco, provincia de Málaga.



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