martes, 21 de octubre de 2008

Imagina a Dawkins en Madrid

Noticia: En Londres, Richard Dawkins apoya una iniciativa para publicar unos anuncios en los autobuses con la siguiente inscripción.

"DIOS Probablemente no exista.
Así que deja de preocuparte y disfruta de tu vida"

La idea detrás de la campaña es infundir tranquilidad a aquellas personas que se sientan angustiadas por el temor a la condenación a las llamas del infierno.

¿Se imagina alguien que eso pudiera hacerse, digamos, en Madrid?

"Buenas noches, bienvenidos a las noticias de Telemadrid. Asombrados, boquiabiertos, ofendidos e insultados. Así se han sentido hoy gran cantidad de madrileños al ver pasar por la Gran Vía a este autobús que ven en sus pantallas. El mensaje es una bofetada a las conciencias de los viandantes: Dios probablemente no existe.

La Conferencia Episcopal ha pedido explicaciones urgentes al Ayuntamiento por considerar una gravísima ofensa a los católicos esta campaña. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha declarado que "este es un insulto más a los madrileños de bien, y es una andanada más en el ataque que Zapatero y sus aliados están librando contra los cristianos. No tiene sentido este insulto feroz y despiadado, y deberían pedir disculpas por esta ofensa gratuita y por intentar adoctrinar a la población de forma tan abyecta"

La empresa de autobuses, la EMT, ha anunciado que en 24 horas emitirán un comunicado de disculpa para todos aquellos que pudieran sentirse ofendidos por la frase polémica, y retirarán todo cartel relativo a la posible no existencia de Dios.

Por otro lado, ayer se ofició la Santa Misa por el inicio del nuevo curso judicial, con asistencia del Rey, las infantas, los ministros, el presidente del Gobierno, y los del Parlamento y el Senado, y que por supuesto les ofrecimos en directo por esta cadena. "

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viernes, 12 de septiembre de 2008

Fin de las vacaciones, comienza un nuevo curso

Y comienzo contento.
Muy contento.
No sé por qué. Bueno, sí sé por qué, pero es un cúmulo de sensaciones, de experiencias, de planes, de ideas interesantes, ... que iré desgranando progresivamente por aquí.
O no.
Quién sabe.
Bienvenido nuevo curso.

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martes, 19 de agosto de 2008

Judgment Day

El Día del Juicio ya está aquí. El Creador del Universo ha decidido terminar con todo, y ha elegido un determinado planeta de la Galaxia como aperitivo: el nuestro. Y en ese planeta ha decidido comenzar su labor exterminadora en un diminuto territorio llamado España.

¿Dragones? ¿Meteoritos? ¿Agujeros negros tragándose el mundo? No: Dios es mucho más ingenioso, y no quiere revelarse antes de tiempo. Así que la forma elegida por el Destructor de Mundos es... la crisis económica.

César Vidal tiene las claves.


El día del juicio ha llegado y no ha hecho más que empezar. A menos que se produzca un claro arrepentimiento –volverse hacia Dios y cambiar de mente por utilizar el contenido etimológico de las palabras usadas en la Biblia– lo que contemplaremos en los próximos meses será un desplome continuado de empresas, un crecimiento espectacular del número de parados, un aumento considerable de la inseguridad ciudadana y, finalmente, una crisis institucional de enorme gravedad.


Yo estoy un poco acojonado. Sobre todo por las indicaciones de Don César de que, a menos que comencemos ya mismo a seguir las enseñanzas del Levítico y el Deuteronomio, estamos jodidos. El indica un par de párrafos que son los causantes de la subida del Euribor: yo le sugiero unos cuantos más que, en mi opinión, hacen que Dios nos odie cada día más. Mejor no dejarnos ninguna página, Don César, no sea que la vayamos a liar. Sin ánimo de ser exhaustivos, aquí van algunas de las normas:

Lev 19:19

No harás copular dos animales de especies diferentes. No sembrarás tu campo con una mezcla de dos clases de semillas. Tampoco te pondrás un vestido tejido con hilos de dos materiales distintos.


Lev 24:13

Jehovah habló a Moisés diciendo: "Saca al blasfemo fuera del campamento, y que todos los que le oyeron pongan sus manos sobre la cabeza de él. Luego apedréelo toda la congregación. Después hablarás a los hijos de Israel, diciendo: ’Cuando una persona maldiga a su Dios, cargará con su pecado. El que blasfeme el nombre de Jehovah morirá irremisiblemente. Toda la congregación lo apedreará. Sea extranjero o natural, morirá el que blasfeme el Nombre.


Deu 14:3

"No comeréis ninguna cosa abominable. Estos son los animales que podéis comer: la vaca, la oveja, la cabra, el venado, la gacela, el corzo, la cabra montés, el íbice, el antílope y la gamuza. Podréis comer todo animal que tiene las pezuñas partidas, hendidas en dos mitades, y que rumia. Pero de los animales que rumian o de los que tienen la pezuña partida no comeréis éstos: El camello, la liebre y el conejo os serán inmundos, porque rumian pero no tienen la pezuña partida. También os será inmundo el cerdo, porque tiene pezuña partida pero no rumia. No comeréis su carne, ni tocaréis sus cuerpos muertos.

Estos podréis comer de todo animal acuático: Podréis comer todo lo que tiene aletas y escamas. Pero todo lo que no tiene aletas ni escamas no lo comeréis; os será inmundo.

Podréis comer toda ave limpia. Pero éstas son las aves que no comeréis: el águila, el quebrantahuesos, el azor, el falcón, el milano y el buitre, según sus especies; todo cuervo según su especie; el avestruz, el corvejón, la gaviota y el halcón, según sus especies; la lechuza, el búho, el calamón, el pelícano, el gallinazo, el somormujo, la cigüeña y la garza, según sus especies; la abubilla y el murciélago


Deu 20:10


Cuando te acerques a una ciudad para combatir contra ella, le propondrás la paz. Si te responde con paz y te abre sus puertas, toda la gente que se halla en ella te rendirá tributo laboral, y ellos te servirán. Pero si no hace la paz contigo, sino que te hace la guerra, entonces la sitiarás. Cuando Jehovah tu Dios la entregue en tu mano, matarás a filo de espada a todos sus varones. Solamente las mujeres, los niños, los animales y todo lo que haya en la ciudad, todo su botín, podrás tomar para ti y comer del botín de tus enemigos que Jehovah tu Dios te entregó. Harás esto con todas las ciudades que estén muy distantes de ti, que no sean de las ciudades de estas naciones de aquí. Pero en las ciudades de estos pueblos que Jehovah tu Dios te da por heredad, no dejarás con vida a ninguna persona. Los destruirás completamente, como Jehovah tu Dios te ha mandado: heteos, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos. De esta manera no os enseñarán a imitar todas las abominaciones que ellos hacen para sus dioses, de modo que pequéis contra Jehovah vuestro Dios.


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jueves, 7 de agosto de 2008

Que mala sueeee-eeerte

En el pueblo donde estoy ahora mismo hay unos cielos nocturnos espectaculares. Es la recompensa que la naturaleza nos ofrece despues de haberse pasado las horas diurnas jodiendo con un sol inmisericorde que te hace hervir los huesos por dentro... pero las noches son frescas, con un airecillo agradable y sobre todo... las estrellas.


Te alejas un poco del pueblo y ahí están. Miles y miles. En Madrid no tenemos ni puta idea. La gente del Planetario deben estar deprimidos todo el día viendo lo que tienen arriba. Hasta ahora, yo sólo había podido ver la Vía Láctea cruzar el cielo una vez, hace muchos años, una noche de pesca en una oscurísima cala de Alicante, y me dejó impresionado.

Aquí, en cambio, cada noche, te alejas del pueblo y ahí está. Nuestra galaxia en panorámica, delante de nosotros.
Es triste pero, si lo piensas, todas esas imágenes que tenemos de haber visto galaxias en cine o televisión (véase el final de "El Imperio Contraataca"), son falsas de cabo a rabo. Me refiero al espectacular objeto brillante, en forma de lente, que deja embobados a los protagonistas.

Por desgracia, nuestros ojos son una mierda. La foto de arriba, en realidad, está tomada con una cámara de fotos funcionando la tira de minutos. Nuestros ojos son asquerosamente poco sensibles, y cuando miramos al puro centro de la galaxia, por más que nos esforcemos y nos vayamos al desierto más oscuro y remoto y nos tiremos una hora mirando al cielo, no veremos más que una mancha lechosa y borrosa, como una nubecilla difusa. ¿Dónde están las nebulosas de colores fabulosos? ¿Dónde los miles de millones de estrellas que iluminan el núcleo galáctico como un árbol de navidad? ¿Dónde esos peazo de fotos que envía el Hubble? Estan ahí, chaval, pero tus ojos son un asco y no lo pueden ver: las quejas a quien ya sabes.
Como mucho podrás ver zonas más claras y más oscuras, donde están las bandas de polvo interestelar que nos tapan algunas partes de la Vía Láctea. Pero bueno. El caso es que hoy, último día en el pueblo, he decidido sacar el telescopio. Montar el trípode, la montura ecuatorial, los pinganillos para moverla, el tubo gordo, buscar los oculares, la mira LED tiene pila... ¡cojonudo! ¡vamos a probar a ver si se sigue viendo tan bien! Subamos la persiana para ver qué tal pillo las casas de enfrente, ahora que aún hay luz.
Un bonito atardecer, con preciosas nubes anaranjadas iluminadas por el sol, me saluda.
Mierda. Nubes.

Una semana aquí y se me ocurre montar el cacharro el único día que se le ocurre ponerse nuboso.
Cagonchichiputi.
Otra vez será...

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Gato

Quien no haya tenido gato no sabe hasta qué punto es auténtico este vídeo.

(gracias a Mi Gato Calcetines)


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martes, 5 de agosto de 2008

Mmmm hay algo que no me acaba de quedar claro...

(De la programación de fiestas, páginas de "festejos taurinos", de un pueblo español)



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miércoles, 30 de julio de 2008

Cerró los ojos y se concentró en sus sensaciones... (5)

El viento en los oídos hace casi imposible entender nada, pero te encanta sentirlo. Un viento fresco, salado, y todo se mueve, y tienes que agarrarte al estay con las dos manos para no caerte. El suelo baila bajo tus pies, y pequeñas gotitas de agua de mar salpican tu cara. El sol calienta la mitad derecha de tu cuerpo: es mediodía.

Abre los ojos. El mar se extiende ante ti, perlado por millones de puntos de luz y trazos intermitentes de espuma blanca. El rumor del motor del barco se oye a tu espalda, y sabes que hay alguien al timón y que todo va bien. El barco lleva un firme rumbo hacia el horizonte, balanceándose una cuarta a babor y otra a estribor, como si lo hubiera hecho toda la vida, y tú estás de pie en la proa, agarrada al estay para no caerte, disfrutando del balanceo y maravillándote de los colores del agua y de qué cerca se ven las rocas del fondo cuando miras hacia abajo.

De vez en cuando una juguetona ola inoportuna da un pequeño zarandeo al barco, pero ya te has acostumbrado a ello. Al fin y al cabo, esto es el mar, azotado por los vientos, las corrientes. Estás a merced de los elementos, que por pura casualidad hoy se encuentran apacibles y te permiten graciosamente navegar y disfrutar. El viento agita tu falda y se desliza entre tus piernas.

Te sueltas del estay y te das la vuelta para caminar despacio, con cuidado, hacia la popa, donde tu chico te mira sonriente. Das dos pasitos por la cubierta bamboleante, alargas la mano para cogerte del obenque tembloroso por la tensión, y es entonces cuando el barco tiembla de nuevo, y el mar se vuelve cielo, el cielo se vuelve mar, tu mano no logra agarrarse a nada, y todo se convierte en una fría oscuridad. Una súbita manta helada te envuelve ¿qué ha pasado?

Consigues sacar la cabeza del agua. Te has caído y estás nadando. Por un momento luchas por mantenerte a flote en las frías aguas que se remueven en todas direcciones. Sí, flotas, pero sólo ves horizonte, cielo y nubes. ¿Dónde está el barco? Nadas con tus manos en círculo, y lo ves detrás de ti, su casco pintado de colores (¡qué grande es visto desde aquí! ¡y qué sucio por debajo!) y sobre él, tu chico con la boca muy abierta, mirándote y luchando por desatar un objeto del pasamanos… ah, es un salvavidas anaranjado, que te lanza como un frisbee. Entonces recuerdas que él nunca fue muy bueno lanzando frisbees, y el salvavidas en forma de donut naranjito gira en el aire, hace una graciosa curva a un lado… y cae a varios metros de ti. Demonios. Nadas con cierta urgencia hacia él, rogando mentalmente que tu chico recuerde el procedimiento de maniobra de emergencia para rescatar a un hombre al agua.

Llegas al salvavidas en quince brazadas, escupiendo agua salada en cada una. No eres Gemma Mengual. Al menos ya no está tan fría, piensas mientras te aferras al donut de plástico naranja con letras negras pintadas, aunque ciertamente el mar está mucho más fresco que en la playa. Ahora, al dejar de patalear y dar brazadas, recobras la respiración (¡el corazón te late como un loco!) y descubres que has perdido un zapato. Poco te importa. Piensas en el fondo, donde ahora estará tu zapato, sabes que no hay mucha profundidad aquí y que si te esforzaras y bucearas un poco quizás podrías hasta verlo entre las rocas y las algas: pero ahora sólo quieres fijar tu mirada en el velero, que se ha alejado ya cincuenta metros de ti, demasiado, en tu opinión, y tu chico en cubierta desesperadamente largando escotas y girando el timón a una banda, y las enormes velas flameando caóticas al viento, intentando girar el barco en tu dirección lo antes posible. Vamos, nene, piensas, que me estoy helando aquí.

Desesperadamente lento, el barco va virando en tu dirección. Te asustas un poco al recordar que el mayor peligro en el mar es lo extremadamente difícil que resulta divisar a un náufrago entre las olas, el reflejo del sol, la espuma… tiemblas al pensar que tu chico, a pesar de estar ahí al lado maniobrando el barco, podría no verte, podría pasar a tu lado y no enterarse. Así que, cada vez que él mira en tu dirección, aullas y agitas las manos. Respiras alivada cuando él responde agitando la mano. Ya pone proa hacia ti, lento, pero seguro. En unos segundos estará a tu lado. Sólo flota, tranquila, agárrate al salvavidas, flota.

Una ola te salpica desde una dirección inesperada y te hace entrar agua en los ojos. Te frotas para quitarte la sal, escuece un poco. Cuando los abres, el casco (¡qué enorme se ve desde aquí!) se acerca un poco más a ti. ¿Cómo me voy a subir? Piensas, pero de momento tu único afán es llegar a él. Nadas un poco en su dirección, hasta que la gigantesca y bamboleante masa de fibra de vidrio chapotea a tu lado, y das dos brazadas y apoyas tu palma en el casco. Has llegado. Tu chico te pregunta, alarmado, si estás bien, mientras te lanza un cabo para que te agarres. Está loco si piensa que puedo subirme a bordo así, no tengo fuerza en los brazos, piensas.

Tu chico sí que tiene (la adrenalina hace milagros), y una fuerza sobrehumana te saca del agua y te deposita sobre la cubierta, empapada, helada, temblorosa, sin un zapato, pero sana y salva.

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Cerró los ojos y se concentró en sus sensaciones... (4)

Dick cerró los ojos y se concentró en sus sensaciones. Error. Equivocación. Oh, Dios, no es posible que yo haya hecho esto. Tengo que volver atrás. El pulso le latía en las sienes. Tengo que decirles que no, que no voy a hacerlo. Abrió los ojos.

El pequeño cubículo en el que se hallaba flotando en 0-G tenía fardos, paquetes, atados a todas las paredes, arriba, abajo, derecha, izquierda, detrás, cables por todas partes. El único sitio donde no había paquetes ni bolsas ni nada era la puerta de comunicación, donde lucía una pequeña lámpara que le daba al lugar una luz mortecina. El sitio era agobiante. No podría pasar ni una hora más ahí dentro. Y sin embargo, lo había prometido. Se había comprometido. Se había comprometido, hacía menos de media hora, a llevar a cabo la tarea más terrible jamás encomendada a un ser humano. Y todo aquello en su interior que le hacía humano le decía: “no” “diles que no quieres” “aun estás a tiempo” “no puedes, no puedes” “coge los malditos auriculares y diles que te has echado atrás”.

Dick se miró las manos, estaban pálidas. El corazón le latía rápido. No podía. Pero tenía que hacerlo.

Recordó las conversaciones de los últimos días, como en un sueño, como en una película. Había revisado los cálculos, nadie sabía aún cómo se habían hecho mal, pero el caso es que la telemetría desde la Tierra no dejaba lugar a dudas. Habían salido de Marte hacía cuatro meses en lo que iba a ser un apacible vuelo de regreso, pero pronto se vio claro que la trayectoria no era la correcta. Dick podía sentir el nudo en el estómago al recalcular la nueva trayectoria, al darse cuenta de la inevitable conclusión. Con la masa actual de la nave, a la velocidad con la que salieron, iban a tardar un mes y medio más de lo previsto en llegar a la Tierra. La consecuencia era clara... el oxígeno se les iba a acabar antes. Así que de la primera expedición humana a Marte sólo regresarían cuatro cadáveres en una nave espacial.

Semanas de debates siguieron tras este descubrimiento, tanto en la Tierra como a bordo de la nave. Muchos posibles cursos de acción, y soluciones de emergencia fueron sometidos a debate en comités, reuniones o foros en televisión, pero la dura realidad de los datos hizo que las opciones fueron reduciéndose rápidamente. La única solución no quiso decirla nadie en voz alta, fue quedando la última en todas las listas,... porque era demasiado horrible para debatirla o para siquiera hablar de ella. Sin embargo, Dick fue lo bastante ¿valiente? ¿inconsciente? ¿héroe? para ofrecerse voluntario.

Dick se acordaba de todo aquello demasiado bien, había ocurrido hacía sólo unos días. Ahora ya era demasiado tarde ¿o no?. Encerrado en la claustrofóbica cápsula de transporte, sólo le quedaba aire para una hora. Siendo justos, pensó, era la mejor solución, la solución evidente. Si cuatro personas respirando no pueden llegar, que uno de ellos se presente voluntario para dejar de hacerlo... así los otros tres podrán sobrevivir.

Dick imaginó en su cabeza cómo serían las próximas horas. El y su cápsula se separarían de la nave principal, quedando a la deriva en el espacio. Dos horas después, en el momento calculado, los tres supervivientes programarían la nave para el nuevo rumbo, compensando la pérdida de masa por la cápsula,... aunque él ya no lo sabría, porque el aire se le habría acabado ya un rato antes. Sólo le quedaba el consuelo de que sabía que sus tres compañeros llegarían sanos y salvos a casa, que serían héroes, que sus vidas serían largas y plenas.

Perdió los nervios y lloró. Se llevó las manos a la cara, dio vueltas sobre sí mismo en el aire, como una peonza. ¿Cómo sería su vida, de haber salido todo bien? ¿Si los ingenieros que diseñaron la nave hubieran hecho sus malditos cálculos, hijos de puta, bastardos, cabrones...? Se dio cuenta de que estaba aullando él solo, sus gritos amortiguados por los bultos de la cápsula. Estaba perdiendo la razón. Se obligó a sí mismo a relajarse, a respirar hondo, a pensar en el bien que estaba haciendo, a pensar en las familias de sus tres compañeros... a pensar que su vida, su propia vida, había sido plena. A pensar de que él, él mismo, también sería un héroe. Pondrían su nombre a institutos de secundaria, a aviones, harían estatuas con su efigie, recordarían siempre su hazaña, su sacrificio.

Miró el panel de control, y los auriculares que flotaban en el aire frente a él. Tan sólo tendría que ponérselos y decir “adelante” y sus compañeros harían el resto: desenganchar la cápsula del resto de la nave, y alejarse con unos “toques” de cohetes. Así de sencillo es dejarse morir, pensó. Una palabrita y ya. ¿Y qué pasa, se preguntó, si la palabra que digo es otra? ¿Dejadme salir de aquí, cabrones? ¿Lo harían? ¿Merecería la pena ponerlo a prueba? ¿O sería ponerles en un compromiso demasiado doloroso? Ellos estaban al otro lado de la escotilla, ahí mismo, y ya se veían sanos y salvos. ¿Qué pasaría si ahora me echo atrás?

No, no puede ser, se dijo. Miró la hora. De repente le inundó una serena comprensión. Cerró los ojos de nuevo, y se concentró en las sensaciones. La gravedad cero, el zumbido eléctrico de los sistemas. La falta de zumbido de la ventilación. No le dio ninguna importancia. Pensó que todo iba a salir bien, que todo iba a ser fácil. En unos minutos se quedaría plácidamente dormido, y todo saldría bien. Y estaría haciendo feliz a mucha gente, sólo con eso.

Pensó en todo lo que le quedaba por hacer en su vida, y en todo lo que había logrado, mientras se ponía los auriculares y se ajustaba el micro.
“¿Chicos? Adelante” susurró.

La respuesta en forma de una leve sacudida de la cápsula. “Confirmada separación, delta-V de 1 metro por segundo...gracias, Dick. Gracias por todo” susurró la voz por los auriculares. No había más que añadir.

Dick sonrió y pensó que, después de todo, no había estado nada mal haber sido el primer hombre en pisar Marte. Pero que nada mal.

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Cerró los ojos y se concentró en sus sensaciones... (3)

El crítico cerró los ojos y se concentró en sus sensaciones. El suave vidrio se apoyó en sus labios y dejó pasar un pequeño sorbo de vino. Se dejo llevar por el delicado sabor del caldo: el chispeante sabor del alcohol dejaba entrever una cascada de diferentes y deliciosas esencias que, con su experiencia, supo identificar. Sonrió al recordar inmediatamente otros vinos similares que había probado en tantas otras situaciones: aquel restaurante en León, aquél otro en Lisboa, aquella noche en París con aquella colega de ¿cómo se llamaba el periódico? ¿Era del Corriere? No recordaba, pero sí recordaba la belleza de la periodista y, por supuesto, el delicioso gusto del vino de aquella velada. Se parecía a éste. Aunque éste era aún mejor, este tenía... ¿qué tenía? ¿se le habia escapado? Probó un sorbo algo más largo, se concentró en la masa de vino que cayó dentro de su boca. Cereza. ¿Cereza? Sí, era indiscutible, tenía una nota de cereza que encontró muy original, no la esperaba. Una sonrisa afloró a sus labios.

Dejó la copa con cuidado al lado del plato, y apuntó sus impresiones con breves palabras en su bloc. Se limpió cuidadosamente con su servilleta y atacó el pato asado con salsa de ciruelas y cebollitas, no sin antes echar un vistazo a su alrededor. El suave tintineo de los cubiertos de los comensales, las conversaciones a media voz, la penumbra del ambiente, los deliciosos olores que venían de su plato, le hacían sentirse en un lugar especial. Le encantaba su trabajo, pensó, mientras partía con el cuchillo la pechuguita de pato, cuya piel tostada dejó escapar un sonido crujiente. Se aseguró de empapar el trozo de tierna carne en la salsa, antes de saborearla cuidadosamente. De alguna forma, las cebollitas y las ciruelas hacían una combinación precisa e inesperada de sabores, que envolvían el suave sabor del pato.

El crítico supo, mientras masticaba con parsimonia el delicado bocado, que aquella combinación de sabores no sería del gusto de todo el mundo, que habría gente que encontraría la mezcla demasiado dulzona, demasiado artificial, y así lo apuntó en su bloc. El artículo que publicaría mañana para el dominical tenía que ser honesto, y contar a los lectores que, aunque el crítico estaba disfrutando horrores con el plato, habría mucha gente que quedaría decepcionada. Este restaurante, escribiría, te puede sorprender con nuevas y fascinantes sensaciones, pero sólo si eres ese tipo de comensal que se atreve con todo y no tiene miedo a probar nada. ¡Ojala todo el mundo fuera así!

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Cerró los ojos y se concentró en sus sensaciones... (2)

Diana cerró los ojos y se concentró en sus sensaciones. Las manos de su chico recorrían su espalda desnuda, y sus labios devoraban sus labios. Allí estaba ella, en el asiento trasero de su coche, con el chico de sus sueños, dejándose llevar por el deseo desatado y besando todo lo besable y abrazando todo lo abrazable. Después de mucho reparo, después de mucho haber soñado con ese momento, al fin él estaba bajo ella, y ella sentada sobre él, y nadie podía verles porque estaban en un descampado frente a un mirador, iluminados sus cuerpos desnudos por la luna llena.
Los dos estaban hambrientos de besos, como sólo puede estarlo una pareja de jóvenes enamorados, y sus manos acariciaban el cuerpo del otro como si de un precioso tesoro, delicado, frágil, se tratara. Ella agradecía ese trato, era lo que siempre había soñado para su “primera vez”.
Diana se acomodó más sobre su chico, sabiendo, y a la vez temiendo, lo que estaba a punto de suceder. Su sexo temblaba de excitación y calor y ella quiso pegarlo al cuerpo de su chico, disfrutando de las oleadas de placer que la recorrían sin saber muy bien por qué o cómo o de dónde salían. Abrió los ojos un momento para mirar los de su chico, y supo por su mirada que ya había tomado las precauciones necesarias, y él la miró y ella le miró a él. De repente notó a su chico bajo ella, notó cómo intentaba abrirse paso por un sitio inesperado... ¿inesperado? Bueno, inesperado no, el sitio habitual, pero…

Diana abrió la boca con sorpresa y detuvo en seco su movimiento. ¿Era esto? Sintió un miedo repentino. Algo grande se intentaba introducir en su interior... miró a su chico, algo desconcertada, algo asustada. Sensaciones contradictorias nublaron su mirada: ¿temor al dolor? ¿ganas de sentirlo? ¿esto es una mala idea? ¿le amo y quiero que sea con él? ¿estoy segura de esto? ¿me va a hacer daño, mucho daño? ¿realmente es tan grande o es solo mi imaginación?

La sonrisa de él la calmó un poco. “Tranquila” susurró, con esa boca tan perfecta y esos ojos tan... tan... su mente intentaba encontrar adjetivos, pero él repitió “tranquila” y la besó tan suavemente, tan tiernamente, que Diana se relajó y dejó que todo pasara. Cerró de nuevo los ojos y sintió como “aquello” se deslizaba dentro de ella, lentamente, pero más rápido de lo que ella habría deseado... no era una sensación desagradable del todo, pero... un torrente de preguntas, de sensaciones, de dudas, recorría la mente de Diana, hasta que cayó en la cuenta de que todo había sucedido ya, que estaba unida a su chico más de lo que lo había estado nunca, y ese pensamiento le hizo acercarse a él y fundirse en un beso sincero, de agradecimiento, de amor.

Y los dos, fundidos en uno solo, comenzaron a mecerse, a vibrar juntos, en un viaje sin retorno que les llevaría a las estrellas.

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Cerró los ojos y se concentró en sus sensaciones... (1)

Juan Carlos cerró los ojos y se concentró en sus sensaciones. El fuerte zumbido que oía a su alrededor, que le envolvía por completo, lejos de desagradarle aumentó aún más su alegría y excitación. Estaba tumbado en semioscuridad, y sabía que estaba rodeado de otras personas en su misma situación. Si entreabría los ojos un poco podía ver las señales luminosas en el techo que indicaban “cinturones” y “prohibido fumar”. El fuerte zumbido significaba que se hallaba a bordo de un avión, tumbado en un asiento de primera clase, mullido y cómodo, rumbo a su casa, a su hogar, intentando conciliar el sueño tras un día lleno de emociones.

Cruzó las manos sobre el pecho en un vano intento de relajarse. Era inútil: ahora lo que Juan Carlos deseaba era saltar de su asiento, ir a ver a los otros pasajeros, zarandearlos, reír a carcajadas como un demente y decirles: “por fin lo he conseguido”. Sí, amigos: Juan Carlos estaba exultante y eso le impedía dormir, estaba emocionado porque hace tan sólo unas pocas horas había logrado cerrar el contrato de su vida, varios folios grapados y firmados que ahora reposaban en el portamaletas sobre su cabeza, dentro de su maletín. Varios folios que significaban una nueva vida, un respeto nuevo dentro de su empresa, un aumento importante de sueldo, una nueva responsabilidad donde poder desarrollar su talento, sonrisas, éxito, satisfacción por todo lo logrado. Por eso era por lo que Juan Carlos no podía dormir, a 30.000 pies sobre el océano. Sólo sonreía como un tonto con los ojos cerrados, removiéndose en su asiento reclinable, saboreando cómo su vida daba un salto hacia delante, como sus sueños estaban más cerca.

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viernes, 18 de julio de 2008

Que va

No pudo ser... vamos, que mandaron ir a mi jefa mejor que a mí. Otra vez será...

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domingo, 13 de julio de 2008

A Portugal

Me mandan a Lisboa por motivos de trabajo, uno o dos días, la semana que viene.

Por un lado me hace ilusión que confíen en mí para ayudar a arrancar un nuevo proyecto por allá. Por otro lado me acojona el idioma (aunque lo entiendo bien), la gente nueva que no conozco (¿cómo me recibirán?), o darles lo que esperan de mí (¿qué esperan de mí? Aún no lo tengo del todo claro).

De momento, y por si acaso cae en viernes... ya me estoy preparando para hacer algo de turismo...

A ver qué tal se da.

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viernes, 11 de julio de 2008

Pufista!



Hacia mucho que no lloraba de risa con nada...

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jueves, 26 de junio de 2008

Ofenderse

Yo sería incapaz de vivir en un mundo donde no hubiera humor.

El humor le da ligereza a los momentos pesados, le da alegría y vida a un día de tormenta, le da pasión a una relación, cura todas las heridas, y multiplica por 10 la intensidad de los buenos momentos.

Me encanta leer, escuchar o ver en la tele cualquier clase de humor. A veces sonrío, a veces me río a carcajadas (K tiene que venir corriendo a imponerme silencio, "¡los vecinos!"), a veces es un chiste tan sutil y tan para iniciados que esbozas una ligera sonrisa... mientras por dentro te estás partiendo.

El humor está en todas partes si lo buscas. Puedes hacer humor de casi cualquier cosa, incluso de las cosas más normales. Una de las maneras más efectivas de hacer humor es ahondar en las cosas cotidianas, en gente que pulula cerca de nosotros, en las actitudes diarias que vemos a nuestro alrededor,... y buscar el punto chispeante que nadie se había atrevido a ver, o en el que nadie había reparado.

Por supuesto, todos estamos expuestos a que alguien haga humor a nuestra costa. Cómo nos lo tomemos dice mucho de nuestra naturaleza. La gente que forma parte de la vida pública de una sociedad tiene asumido que la gente va a ir a buscar la parte graciosa de ellos: políticos, actores, empresarios, taxistas, toreros, cocineros, turistas... todos ellos saben que, por el hecho de ser públicos y estar en todas partes, son también parte del humor colectivo de un país.

Sin embargo, curiosamente, hay ciertos colectivos a los que más te vale no buscarles el lado humorístico. Ni mucho ni poco: el más leve chiste blanquérrimo sobre ellos, la más suave chanza, la broma más infantil, hace que su sentido de la ofensa se ponga a Warp 6 y comiencen a exclamar que están sufriendo mofas, befas, escarnios, y que se sienten atacados y vilipendiados.
Hoy me refiero a cierta parte de la iglesia católica. Uno puede creer más o menos en su set de dioses, santos, creencias o consejos para la vida, pero no se puede negar que aguante para las bromas, tienen poquito poquito (Y eso que cada vez reclaman más espacio en la vida pública de esta nuestra comunidad).

Hace poco comenzó a emitirse en laSexta un programa de humor presentado por "El Follonero", llamado "Salvados por...". El primero coincidió con las elecciones generales, y se llamó "Salvados por la campaña", y el tipo se unía como un miembro más a los equipos de los partidos, para saber desde dentro cómo era aquello, buscar el lado humorístico de toda la parafernalia, conseguir promesas imposibles de los candidatos... en definitiva, buscar el lado amable de estos eventos tan serios e importantes.

Tuvo bastante éxito y se programaron nuevos especiales, dedicados a las "esencias de nuestra patria": el fútbol, los toros, la iglesia, etc, que debían ir enfocados de manera similar.

Oh. La iglesia. Al llegar a este punto algo ocurrió. Mucha gente bienpensante tomó como una ofensa brutal, un ataque a lo más profundo de sus vidas, una agresión sin precedentes desde Poncio Pilatos... lo que eran unos sketches del tipo del Follonero probando desde dentro cómo es ser monaguillo, soltando un globo dentro de una catedral y viendo cómo reacciona la gente, o midiendo las reacciones del personal al sugerirles que J-Lo podría ser santo.

Si esto lo hacen en cualquier otro entorno (soltar un globo en la Moncloa, hacer de taxista por un día, ir al estadio del Madrid proponiendo a Casillas como beatificable), no me imagino reacciones similiares, la verdad.

El tema religioso, por algún motivo, mientras que a alguna gente le origina sentimientos de bondad, amor al prójimo, compartir, vivir una vida plena,... a otros les saca la vena prohibitoria, "esto es lo más grande que hay, y al que haga una sola broma que se prepare".

De este tipo es la página HazteOir.org, que suele preparar campañas del tipo "protesta contra tal empresa porque ha hecho un anuncio que atenta contra Dios" o "exige a tal artista que retire tal obra de teatro en la que hace humor sobre nuestros santos". En este caso concreto, tras el programa del Follonero, iniciaron una campaña más para que las empresas que se anuncian en ese y otros programas de humor de laSexta, retiraran su publicidad.

Sorprendentemente... tuvieron éxito.

Y varias empresas multinacionales retiraron su publicidad, por no querer ofender a los católicos que sintieron un hondo pesar al ver un globo en una catedral.

Pues miren, ahora el que se siente ofendido soy yo. A ver, no tanto como para decir "me siento herido en mis sentimientos más profundos y me cuesta respirar y las lágrimas afloran a mis ojos", pero sí como para decirles a esas empresas lo que pienso de su actitud. Para decirles a esos directivos que, ceder a las presiones de un grupo integrista que pretende que todos adoremos al dios que ellos digan, no me mola un pelo, y no pensé que estas cosas pasarían en mi tierra.

Por supuesto, yo no voy a pedir que retiren su publicidad de las cadenas de la iglesia o de los programas religiosos. Simplemente quiero que sepan que me ha sentado mal.

Y ahora puedo hacerlo pinchando en este link.

Ahí les mando mi opinión. De parte de un incondicional del humor.

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viernes, 30 de mayo de 2008

¡Guerra Popular!


¡Al más puro estilo Marvel!

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jueves, 8 de mayo de 2008

Album de Fotos (3)



Mi compañera de asiento en el vuelo de ida a Canarias. Más correcto sería decir que era la pareja del tio del asiento del pasillo. Se pasaron todo el viaje dándose el lote bajo mis narices. Este es el zapato que el apasionado novio/esposo le quitaba de vez en cuando para darle un sensual masaje de pies.

Fue un vuelo entretenido.

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sábado, 3 de mayo de 2008

Album de fotos (2)

















-Qué lugar tan desolado...
-Beep-bip-crack-beep-bip.
-¿Misión? ¿Qué misión? No, ¡yo no voy por ahí! ¡Basta ya de aventuras! ¡Ojala te cortocircuites y te quedes por ahí tirado!

(Parque Nacional del Teide)

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martes, 29 de abril de 2008

Album de fotos (1)
















Cartel encontrado sobre una tragaperras en un bar de La Orotava.

Ya sabemos que en este local no puede entrar Julián López ("soy idiota, una persona incapaz...").

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sábado, 26 de abril de 2008

El Sol salió anoche... y me cantó

En efecto, tengo la cara como el viejo que ve luces por la noche. Esto es así porque he estado unos días en Tenerife, echando más de 700 fotos.

Iré relatando cosillas en los próximos días...

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lunes, 14 de abril de 2008

En modo EC: canibalismo


He aquí la imagen que aparece en las bolsas de plástico del Hipercor. No me diréis que no da algo de repeluco. La bolsa de plástico es devorada por el contenedor, mientras sonríe feliz. Pero esto es una anécdota nada más dentro de algo mucho más grave.

¿Es esta la nueva España de ZP? ¿Son estos los valores que ahora imperan en la sociedad? No contentos con hacernos tragar la idea de los "mosesuales" yendo libres por la calle, las mujeres gobernando, los derechos de los monos y todas esas aberraciones contra la Ley Natural y el Mundo como debe ser... ahora, además, llega la nueva invención progre-masónica, que nos devuelve a la miseria moral más baja.
Volvemos a las cavernas, amigos. Ahora, poquito a poco, se vuelve a fomentar el canibalismo. (Por no hablar del ecologismo integrista que implica esto, que insiste machaconamente en que hay que reciclar nuestros desperdicios, como si Dios no nos hubiera concedido pleno dominio de nuestro mundo en el Génesis para usarlo a nuestro gusto y antojo... ¿qué pasa, nos avergonzamos de ser los Señores del Mundo? ¿Despreciamos el regalo del Señor? ¿Queremos ser un animalillo más? Otro día hablaré de Darwin y sus nefastas y masónicas teorías...)
Sí, reíros, pero esto no es más que una pequeña treta de ZP para meter el pie en el hueco de la puerta. Primero nos hará gracieta "ha, ha, mira cómo el contenedor se come la bolsa, y encima se ríe". Pronto comenzaremos a verlo en series de televisión. De hecho anoche en Aída, Mauricio (el prototipo del verdadero ¡español!) se metía con su sobrinito bebé (negro él) diciendo que como no dejase de llorar iba a hacer morcillas con sus bracitos y las iba a servir de tapa en su bar.
Pronto esta degradación moral continuará subiendo puestos. Cualquier día nos dirán que Ferran Adrià ha empezado a experimentar con carne humana para hacer nuevas versiones del pepito de ternera, y antes de que nos demos cuenta veremos solomillos de chica adolescente en los lineales de Carnicería y Pollería, o pizzas con trocitos de bebé.
Debemos acabar ahora con esto, antes de que esta senda masónica y satánica lleve a nuestra sociedad más y más cerca del abismo. Denunciemos esto a Hazteoir.org y otras webs similares donde nuestra protesta se oiga bien clara, donde nuestra voz se alce por encima de la podredumbre moral que impera en nuestra patria desde que ZP entró en nuestras vidas.
¡Actúa ahora! Visita Ediciones Católicas y no seas borrego.

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martes, 8 de abril de 2008

Por pelotas

From: Rogue Two
To: Director de Atención al Cliente de Telefónica

Estimado señor:

Ayer día 7 de abril, alrededor de las 9 de la noche, recibí una llamada telefónica en mi casa desde el número 00542614415300. Una teleoperadora muy amable, con acento sudamericano, me saludó por mi nombre.

-Estamos realizando unas mejoras técnicas en las líneas de Teléfonica. Escuche muy atentamente, por favor. –me dijo. Por supuesto le hice caso.

Procedió a explicarme cómo Telefónica estaba realizando, a nivel nacional, una operación de “redigitalización”(sic) de todas las lineas de voz y ADSL, entre las cuales por supuesto estaba la mía. Esto, según ella, mejoraría la calidad de voz, así como la velocidad del ADSL. Entonces me dijo que los técnicos de Telefóniica necesitaban que yo comprobase que el funcionamiento de mi línea era mejor. Me pareció bien, y me dispuse a tomar nota de la prueba que querían que hiciera. ¿Darle a algún botón? ¿Conectar el router a internet? Cuente, cuente.

La teleoperadora me señaló que para comprobar el nuevo servicio, yo no tenía que hacer nada. Para mi asombro, me explicó que la prueba consistía en que Telefónica me iba a desconectar (en el plazo de una hora después de esa llamada) de mi operador de ADSL (que no es Telefónica), y que procederían a darme de alta gratuitamente en un nuevo servicio de ADSL de Telefónica a un coste de 29.90 euros el mes, llamadas incluidas. Y que yo sólo tenía que llamar a mi operador de ADSL y devolverles el router, que Telefónica ya me mandaría uno nuevo.
Tócate los huevos tío Claudio.

Yo no daba crédito. ¿Me están diciendo que en una hora me van a dar ustedes de baja de mi operador y me van a dar de alta con Telefónica? Pero... ¿y si yo no quiero?

- No me ha entendido, señor –explicó-, esto se va a hacer sí o sí, obligatoriamente, para todas las líneas de España. No querrá usted que dejemos la suya sin hacer. Se ha de hacer en todo el país en el plazo de 60 minutos. Le voy a explicar los pasos...

Aquello empezaba a sonarme a timo descarado. Decidí enterarme mejor. ¿Y si yo no estaba de acuerdo con el servicio de Telefónica? No había problema, en un tiempo de cinco días podía llamar a un número que ellos me darían, para cancelar el ADSL de Telefónica y volver con mi antiguo operador. Pero ¿y si yo no estaba preparado para tomar esa decisión en ese momento? Yo quería consultarlo antes. La operadora me dejó claro que no podía ser: el cambio de operador era ya automático, la decisión estaba tomada y sucedería dentro de menos de una hora.

De alguna forma la convencí para que me llamara de nuevo dentro de unos minutos, colgué, y llamé rápidamente al 1004.

-Mira –le dije a la persona que me atendió-, me ha llamado una operadora de Telefónica y me ha dicho esto. ¿Esto va en serio? A mí me huele a cuerno quemado.
-A mí también, caballero –me contestó-. Permítame que lo consulte.

Tras unos minutos, la operadora de 1004 me confirmó que no hiciera ni caso a esa llamada. No había nada parecido a una “redigitalización” de líneas, ni una baja masiva e inapelable de usuarios de sus operadores de ADSL. Me dijo que me quedara tranquilo.

No me quedé tranquilo. A la media hora la operadora fraudulenta volvió a llamar. Esta vez no cogí el teléfono. Sólo confío en que nada ocurrirá con mi actual operador de ADSL.

Aun así, me sorprende que en Telefónica utilicen este tipo de publicidad extremadamente agresiva para captar clientes. Yo tengo la suerte de estar familiarizado con internet y ciertos conceptos tecnológicos, pero me horroriza pensar en cuántas personas (personas mayores, por ejemplo) habrán contratado el ADSL de Telefónica basándose en esta información falsa, agresiva y con presión intolerable hacia el usuario.

Me pregunto si aprueba usted este tipo de prácticas comerciales. Si esto le parece correcto, yo por mi parte procederé a darme de baja de Telefónica como operador, pues a mí no me lo parece; y si no es así, me gustaría saber qué acciones va a tomar con las personas responsables de este engaño masivo a los usuarios (le aclaro, como información, que el teléfono que me llamó tiene prefijo de Argentina).

Esperando recibir noticias suyas, se despide

Rogue Two
UPDATE: Otro intento:
UPDATE 8/4/08: Hoy han llamado dos veces más, a las 5 y a las 9.

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viernes, 21 de marzo de 2008

No me comprenden

-¿Hacemos esta noche la sepia para cenar? ¿Así, a la plancha?
-No, eso mejor mañana. Mañana, que no se puede comer carne, que es Viernes Santo.
-¿No se puede comer carne?
-No.
-También tenemos pollo. ¿El pollo es carne?
-Sí, por supuesto.
-OK. También hemos comprado filetes de pescado ¿eso es carne?
-No, eso no es carne ¿de qué vas?
-Bueno, es carne, creo yo. Los músculos del pescado, que al fin y al cabo es lo que te comes, son la carne del pescado.
-No: si vive en el mar, no es carne.
-Ah. ¿Y el delfín? ¿Podríamos comer filetes de delfín?
-Delfín sí, no es carne.
-Pero es mamífero.
-Pero vive en el mar. Así que se puede comer. Las cosas que viven en el mar sí se pueden comer en Viernes Santo.
-Comprendo.
-Bien.
-¿Y el pato? El pato vive en el agua.
-Pero es un ave. El ave es carne.
-Ah. Ya entiendo. Mamíferos son carne, excepto cuando sean acuáticos. Las aves son siempre carne. Ah, espera, ¿y la nutria? ¿Y las ranas?
-La nutria es carne, porque es de río. Las ranas no son carne, así que se pueden comer, porque son anfibios.
-¿Y las tortugas? Son reptiles y viven en el agua. Y las hay de río o de mar.
-Mmm. Ahí no te sé decir. No lo tengo claro.
-Es que es ambiguo. ¿Y qué me dices del huevo? El huevo es ave, aunque está en embrión. Y se puede comer.
-Es la célula que da origen al ave, no el ave en sí.
-Pero tiene ADN de ave, ya tiene el código genético del ave en su interior. Entonces, si nos ponemos estrictos, no se podría comer.
-Bueno, pero aún no tiene músculos, que son la carne. Por tanto se podría comer.
-¿Sabes? Me gustaria que la Conferencia Episcopal tuviera un teléfono de atención al creyente. No sé, un número 900. Que pudieras llamar y hacer preguntas teológicas, y que hubiera teleoperadores teólogos listos para aclarar cualquier duda. "¿Puedo comer nutria?"
-Eso puedes preguntárselo a cualquier cura, no te hace falta llamar a la Conferencia Episcopal.
-Por ejemplo ¿al confesar? Vas y dices "ave María purísima, sin pecado concebida. Padre, ¿puedo comer reptiles marinos en Viernes Santo? ¿Y rana?"
-Mira, paso de hablar contigo; no entiendes nada.
-Ni tú me sabes explicar.

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miércoles, 19 de marzo de 2008

Descansando

Descanso pero no acabo de descansar.

Hace mucho que no escribo aquí. Hoy voy a escribir por ejercitar los dedos y para que no (no sé si pasará) me cancelen el blog por falta de uso.

Tengo la cabeza que me bulle de ideas, de temas personales y laborales, que en otras circunstancias podría poner por aquí. Pero no puedo. La gente implicada lo lee, y no quisiera que me cortaran las manos. No es que sean cosas malas, pero sí cosas que a la gente no le gusta ver por escrito.

Cuando nadie conocia este sitio, contaba aquí todas las cosas que me reconcomían la cabeza. Las que me preocupaban, las que me alegraban, las que me sorprendían... ahora mi libertad de acción está tan restringida... las cosas realmente interesantes que me pasan o que pienso, vaya, no puedo contarlas. Y eso que algunas son mejores que muchas novelas de ficción.

Algun dia abriré un nuevo blog que nadie conocerá y ahí soltaré todas las cosas que ahora no puedo revelar por aquí. Ahi me pondré a escribir frenéticamente, sin respetar tabúes, bloqueos personales, saltándome todas las reglas, siendo un rebelde, liberando secretos y mentiras sobre la pantalla en blanco. Tiene que ser liberador que te cagas. Luego lo borraría. O quizás no.

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martes, 12 de febrero de 2008

Mini-blog

Mmmmuahahahaha... dentro de mi plan "maligno" para dominar el mundo, os presento lo que podríamos denominar mi "mini-blog" en Facebook, que me da como menos apuro actualizar que éste.

¿Cómo localizarlo? Bueno... ahhh... habrá que hacerse cuenta en Facebook... y buscar, buscar. No hay muchos "Picaro Dos" en la lista.

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sábado, 9 de febrero de 2008

Las etiquetas

Pocas cosas me dan tanta rabia como cuando las personas me ponen una "etiqueta", por la razón que sea, y a partir de ahí asumen que ya saben cómo pienso sobre cualquier tema, o cómo actúo ante cualquier situación.


Por ejemplo: en estos días es costumbre que salga el tema de la política, por la proximidad de las elecciones.


-¿Y qué opinas de lo que ha dicho tal político?
-Que es un capullo.


Pensamiento de la otra persona: "ajá: eso significa que es más del otro bando. Por lo tanto... está a favor de ésto, de ésto, de ésto, y está en contra de ésto, de ésto, y de esto otro".


-Y entonces qué, entonces ¿a tí te mola que Fidel Castro encarcele a la gente que quiere la libertad, verdad que sí? ¿Que les fusile como hacía Stalin?


Y te quedas con una cara de idiota que no sabes qué responder. Intentas razonar, preguntar ¿de dónde narices has sacado esa idea de mí?, pero su mirada te dice "te conozco, chaval, no puedes engañarme. Te he etiquetado y ya no me creo nada de lo que me digas".


Joder.


Rara es la persona con la que yo coincida al 100% en todo. De hecho, no conozco ninguna. De hecho, no creo que exista ninguna persona en este mundo con la que yo coincida en todas mis opiniones. Siempre hay algo en lo que puedes discrepar con alguien, por muy "alma gemela" que sea.


Y entonces ¿cómo llegas a relacionarte con la gente? ¿Cómo lo pasas bien con alguien, con qué personas tienes interesantes conversaciones? ¿Con qué gente conectas? ¿A qué gente votas en las elecciones?

Pues es simple: todas esas cosas las haces con gente con quien coincides en la mayor parte de las cosas. Tendrás discrepancias en algunos temas o en algunos matices, o directamente pensarás que la otra persona está completamente equivocada sobre algo. Pero coincidirás en casi todo lo demás, a grandes rasgos.

En el caso de Cuba, que alguien comentaba un par de entradas más abajo (comparando, por cierto, churras con merinas), se sigue un razonamiento aún más perverso, que viene a ser así. Aquí el amigo del blog, o más bien sus opiniones, se sitúan en una determinada órbita izquierdosa -> nada de órbitas: es izquierdoso y punto -> izquierdosos hay muchos -> entre los izquierdosos hay alguna gente que apoya el comunismo en diversos grados -> entre esos grados está el apoyar a tope a Fidel Castro y todo lo que hace, y alguna gente lo piensa así.

Ergo: este blog apoya oficialmente a Fidel Castro y todo lo que hace.

Pues no, coño.

Ese razonamiento es como decir que a todo aquel que vota al PP, le mola fusilar poetas (¿a que sí), y se les debería prohibir la entrada a cualquier acto teatral o de poesía.

Para algunas personas, parece, el asignar etiquetas a la gente ("éste es así", "ésta cojea de ese pie") es la única manera que tienen para "trabajar" mentalmente con ellos, para tratar de tú a tú. No se ven capaces de tener una charla con alguien si no tienen claro cómo piensa de absolutamente todos los temas.

Es como aquellas personas que no pueden entender el mundo si no es dividido en "bien" y "mal". Blanco y negro. No existen los grises. La idea de que algo que es bueno para alguien seguramente será malo para otro, bloquea su lógica y les hace incapaces de llegar a conclusiones. ¿Cómo voy a juzgar lo que hace esa persona, que me parece malo, si... mmm... quizás para otros es una buena cosa? no no no no: es malo y es malo, el mal es absoluto. Yo creía que lo del bien y el mal ya estaba superado, que ya habíamos aceptado que el mundo es un sitio complejo, una red infinita de decisiones y relaciones que dan como resultado una escala difusa de satisfacciones o insatisfacciones para las personas; pero aún hay gente que se refiere a otros en términos de "ese tipo hace el mal cada día" (hola, J-Lo).

O como "a tí te molan los dictadores ¿verdad? Y ¿qué me dices de matar a los niños? ¿Te pone, eh?"

Perdón por el ladrillo, estaba aburrido esta tarde. Pero me apetecía decir de una vez, que nadie tiene el conocimiento de lo que yo pienso... más que yo mismo.

Y a veces, ni siquiera.

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jueves, 7 de febrero de 2008

Ellos irán a votar

Un bonito video a ver.

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lunes, 21 de enero de 2008

Bueno: con respecto a mi post anterior, parece que un "anónimo" me ha dejado su honesta opinión, pero veo ciertos fallos de razonamiento en ella, así que voy a explayarme un poco aquí.

El resumen de su amable comment podría ser: "a los niños hay que darles lo mejor, y un matrimonio gay no es lo mejor para ellos. Y además en Cuba, que son vuestros amiguitos, los encarcelan ¿eh?"

Sobre lo de Cuba haré otro post. Sobre lo primero me explico ahora. Totalmente de acuerdo en que a los niños hay que darles lo mejor, para su mejor desarrollo, crecimiento y tal y cual.

Ahora, cada uno tenemos nuestra opinión acerca de qué es lo mejor para los niños. Cada familia, cada madre,... si le preguntas te dará su opinión. Y, como los culos, cada uno tiene la suya.


Hay madres que opinan que ver la tele y jugar a las videoconsolas son geniales para sus niños, porque les entretiene y divierte. Hay madres, en cambio, que piensan que les idiotiza, y algunas les prohiben de raíz usar dichos artilugios.

Hay padres que piensan que es fantástico llevar a los niños a partidos de fútbol, para que aprendan el valor de la deportividad y el trabajo en equipo. Otros piensan que eso sólo fomenta valores de agresividad, competitividad extrema, y además hay gente malencarada que grita e insulta al contrario. A todos ellos, unos y otros, se les permite cuidar niños.

Hay familias que viven en el campo y crían a sus niños entre vacas y cabras, y les hacen ayudar en la granja. Otras los crían en la ciudad, les enseñan a ir en metro y a comprar en supermercados, y les curan el asma que les provoca la contaminación.

Hay padres que enseñan a sus niños que el mundo fue creado en siete días. Otros les enseñan que a los ricos hay que derribarlos y crear un estado estalinista. Otros les explican que somos Gaia y que hay que meditar para estar en comunión con la madre Tierra. Otros les explican que sus amigos del cole que son inmigrantes, son en realidad invasores que vienen a destruir nuestra patria, y que debe luchar por su cultura. Otros padres enseñan a sus chicos a ayudar en casa y a aprender a cocinar y limpiar, como antes hacían solamente las chicas.

Hay padres viudos y madres viudas, que cuidan de niños. Hay padres que son políticos y tienen mucho estrés, pero cuidan de niños. Otros son artistas bohemios y sobreviven como pueden, pero cuidan de niños. Otros se pasan el año viajando por su trabajo, pero cuidan de niños. Hay padres divorciados, padres y madres solteras que eligen cuidar de sus niños solos, sin pareja, familias donde los padres son muy jóvenes y familias donde los padres son casi jubilados. A todas ellas se les permite cuidar niños.

¿Son todas estas familias perfectas? ¿Son lo mejor para los niños? Se puede discutir: nadie es perfecto, y siempre hay cosas mejorables en cada familia. Pero se respeta el derecho de los padres a esforzarse al máximo por el cuidado de sus hijos.

Dentro de ciertos límites, por ejemplo. No se tolera, por supuesto, que haya padres que inciten a sus hijos a las drogas o a robar. No se admite, por ejemplo, que unos padres discapacitados y postrados en una cama para el resto de su vida puedan cuidar niños pequeños, por el riesgo que ello supondría para su seguridad. A los padres borrachos, maltratadores, asesinos en serie o similares, se les quita la custodia. (Y no en todos los casos)

Pero en la gran mayoría de los casos, se admite que, en principio, una familia podrá educar razonablemente bien a sus hijos.

Y ahora tenemos un "nuevo" tipo de familia: una pareja gay que cuida niños.

¿En qué grupo los ponemos? ¿En el de los variadísimos grupos de familia con sus diferentes maneras de vivir y pensar, que toleramos perfectamente como padres porque (con sus diferentes matices), nos parecen suficientemente buenas para los niños?

¿O en el de los drogadictos, asesinos, borrachos violentos, perturbados sexuales, que harán de la infancia del niño un infierno para toda su vida?

Anónimo,... tú pareces querer colocar a los gays en el segundo grupo. Asimilas homosexual a peligroso, a maligno. A indigno de cuidar niños y enseñarles valores éticos y morales con el cariño que merecen. Pregúntate por qué.

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martes, 15 de enero de 2008

Un experimento semántico

El otro día hice un experimento. Me cogí la carta que escribió Fdez. Camino, el secretario general de la Conferencia Episcopal, acerca de la destrucción del matrimonio. Helo aquí.

Los promotores de la actual legislación española sobre el matrimonio pretenden hacer creer a la gente que es la más beneficiosa que existe en el mundo, puesto que -según repiten machaconamente- habría «extendido el derecho» a contraer matrimonio a quienes desean hacerlo con otra persona de su mismo sexo. Suelen añadir que de este modo las «uniones homosexuales» han sido -por fin- plenamente equiparadas al matrimonio y que se ha logrado eliminar la discriminación que siempre habrían sufrido ciertas minorías. Y todo, sin perjuicio para nadie. Son frases que pueden sonar bien, pero que enmascaran una lacerante realidad, muy distinta.

No es cierto que las uniones homosexuales hayan sido equiparadas al matrimonio. La Ley de Reforma del Código Civil en Materia de Matrimonio (13/2005) ha hecho justamente lo contrario: ha equiparado el matrimonio a las uniones de personas del mismo sexo. Y aquí, el orden de factores altera radicalmente el producto. El «matrimonio» resultante de esa operación legal ya no es la unión de un varón y de una mujer, sino la unión de cualesquiera ciudadanos. Queda así desnaturalizado por completo, en su especificidad, el contrato al que todas las legislaciones del mundo han llamado matrimonio, antes y después de Cristo. De modo que no es en absoluto exagerado decir -aunque comprendo que pueda parecerlo- que en España el matrimonio ha dejado de existir legalmente, puesto que, bajo ese nombre, el Código Civil actual entiende la unión de cualesquiera personas, con total independencia de su identidad sexual.

En otros países (poquísimos) sí se han equiparado las uniones de personas del mismo sexo al matrimonio. No es que nos parezca tampoco nada justo, pero es ciertamente otra cosa. Allí el matrimonio sigue siendo la unión de un varón y de una mujer, del esposo y de la esposa, y las leyes se han limitado a declarar que las uniones de personas del mismo sexo gozan plenamente -en algún raro caso de equiparación plena- de los mismos derechos que el matrimonio.

En cambio, la mencionada Ley de Reforma del Código Civil -aprobada, por cierto, con una escasa mayoría en el Congreso y con el voto en contra del Senado- se ha permitido evacuar el contenido específico del contrato matrimonial por un método tan simple como devastador. A saber: eliminando del título correspondiente del Código las palabras «esposo/esposa» o «marido/mujer» y sustituyéndolas por «cónyuges», un término genérico que se salta la diferencia cualitativa entre el varón y la mujer. La misma suerte corrieron las palabras «padre» y «madre», que son reemplazadas por la palabra «progenitor». Luego hubo que precisar algo más y cuantificar lo que antes eran cualidades distintas y en los registros civiles leemos «cónyuge A» y «cónyuge B», en lugar de esposo y esposa. Procedimiento ridículo y triste, pero necesario para evitar esas palabras sagradas, que se han vuelto nefandas para la ideología de género que ha copado las leyes españolas.

El matrimonio, pues, ha sido equiparado a una unión asexuada de «cónyuges» y/o de «progenitores». Naturalmente no se prohíbe que puedan ser de sexo distinto, pero no es necesario que lo sean. Con lo cual el matrimonio ha dejado de existir en su especificidad. Es como si el reglamento del fútbol dijera simplemente que es un juego de balón; así habría sido equiparado, entre otros, al baloncesto o al balonmano. No se habría prohibido, ciertamente, jugar el balón con el pie, pero tampoco se habría excluido que pudiera ser jugado con la mano por todos los jugadores y en todas las ocasiones, por lo que, sencillamente, habría dejado de existir como balompié.

La disolución del matrimonio como figura jurídica propia no es una pura sutileza conceptual. Es un gravísimo acontecimiento de carácter epocal que trae consigo consecuencias muy negativas para la vida de todos los españoles. Significa que el matrimonio no está ni reconocido ni protegido por la ley en cuanto tal. Las leyes protegen hoy todo tipo de realidades y de bienes muy concretos: desde los osos pardos hasta los quesos de La Mancha. Está muy bien. Pero, mientras tanto, se le ha retirado la protección legal a esa realidad humana tan determinante del presente y del futuro de la sociedad que es el matrimonio, el nicho ecológico de la vida humana, el ámbito fontal de la identidad de las personas, de la cultura y de la paz.

Comprendo que quien haya tenido la deferencia de leerme hasta aquí pueda pensar que es muy exagerado lo que digo o que, concediendo al menos que algo pueda haber de lo dicho, no se trata de un asunto que le pueda afectar seriamente a él o a ella. Tratemos, pues, de verificar lo que decimos con un solo ejemplo que pone de manifiesto cómo todos quedan afectados por la desprotección jurídica del matrimonio.

No hay ningún español que no se vea concernido por las realidades significadas por las palabras «padre», «madre», «esposo» o «esposa». Pues bien, estas realidades son ahora olímpicamente ignoradas por la Ley. Nadie puede pretender que la Ley proteja su cualidad de esposo o de esposa, de padre o de madre, por la sencilla razón de que esos conceptos han sido eliminados del Código Civil y han dejado de ser realidades jurídicas. Siguen siendo, naturalmente, realidades humanas de primer orden, pero ya no realidades que merezcan una protección legal. En España, llamar esposo o esposa a una persona y tenerla como tal es algo perteneciente al mundo privado, de los afectos, de los gustos o, en su caso, de la literatura, pero no un bien jurídico públicamente defendible.

Prueba de ello es el caso siguiente. Una niña de seis años viene del colegio contándole a su madre que la profesora le ha dicho que se podrá casar con su amiguita Verónica. La madre, horrorizada, trata de explicarle un poco las cosas. Al día siguiente, la niña vuelve del colegio llorando y tachando a su madre de mentirosa porque la profesora le ha explicado de nuevo que sí podrá casarse con Verónica y que su madre está anticuada y es «homófoba». ¿Podrá esta madre tratar de defender legalmente la realidad de su hija como futura esposa de su futuro esposo y exigir a la maestra que deje de tratar de borrar de la cabecita de su hija los conceptos sagrados de «esposo» y «»esposa»? No podrá, porque los promotores de la actual legislación sobre el matrimonio le han arrebatado ese derecho. En cambio, si insiste en denunciar la tropelía de la profesora, puede sucederle que alguien la denuncie a ella por «homófoba» y por educar a su hija según criterios de «discriminación por razón de género».

En resumen: la actual legislación española no reconoce ni protege al matrimonio y, por tanto, supone un retroceso histórico respecto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, de la que este año celebramos el sexagésimo aniversario. La sociedad debe reaccionar enérgicamente ante este estado de cosas. Gracias a Dios, lo está haciendo ya.

Determinada prensa me atribuye de modo reiterado una afirmación que nunca he hecho. Dicen que he dicho que la mal llamada Ley del Matrimonio Homosexual es lo más grave que le ha acontecido a la Iglesia en sus dos mil años de Historia. No lo sé. Es difícil calibrar que sea lo más grave que le haya acontecido a la Iglesia. Lo que sí he dicho y reitero es que la Iglesia nunca se ha encontrado con una legislación sobre el matrimonio como la que ahora tenemos en España. Una legislación que no es que haya tipificado para una minoría lo que podría mal llamarse un matrimonio homosexual, sino que ha deshecho el matrimonio de todos, arrojándolo fuera de la Ley. El desafío es de grueso calibre. Hay que responder a él de manera proporcionada. Lo que está en juego no son tanto los derechos de la Iglesia, cuanto los derechos fundamentales del ser humano.



Ahora he probado a sustituir, por poner un ejemplo, las siguientes palabras:
-"homosexuales" por "negros"
-"matrimonio" por "universidad"
-"España" por "Alabama"

Y me ha quedado una cosa muy curiosa...


Los promotores de la actual legislación de Alabama sobre la Universidad pretenden hacer creer a la gente que es la más beneficiosa que existe en el mundo, puesto que -según repiten machaconamente- habría «extendido el derecho» a ir a la Universidad a quienes desean hacerlo siendo negros. Suelen añadir que de este modo los «estudiantes negros» han sido -por fin- plenamente equiparadas a los blancos, y que se ha logrado eliminar la discriminación que siempre habrían sufrido ciertas minorías. Y todo, sin perjuicio para nadie. Son frases que pueden sonar bien, pero que enmascaran una lacerante realidad, muy distinta.

No es cierto que los estudiantes negros hayan sido equiparados a los blancos. La Ley de Reforma del Código Civil en Materia de Educación (13/1956) ha hecho justamente lo contrario: ha equiparado a los estudiantes blancos a los negros. Y aquí, el orden de factores altera radicalmente el producto. El «estudiante» resultante de esa operación legal ya no es un honrado ciudadano blanco que quiere aprender, sino un estudiante de cualesquiera color. Queda así desnaturalizada por completo, en su especificidad, la institución al que todas las legislaciones del mundo han llamado "Universidad", antes y después de Cristo. De modo que no es en absoluto exagerado decir-aunque comprendo que pueda parecerlo- que en Alabama la Universidad ha dejado de existir legalmente, puesto que, bajo ese nombre, el Código Civil actual entiende que puedan estudiar cualesquiera personas, con total independencia de su raza o color de piel.

En otros países (poquísimos) sí se ha permitido que los negros estudien. No es que nos parezca tampoco nada justo, pero es ciertamente otra cosa. Allí la Universidad sigue siendo el lugar donde estudian los blancos, los de pura raza aria, y las leyes se han limitado a declarar que los negros gozan plenamente -en algún raro caso de equiparación plena- de los mismos derechos que los blancos.

En cambio, la mencionada Ley de Reforma del Código Civil -aprobada, por cierto, con una escasa mayoría en el Congreso y con el voto en contra del Senado- se ha permitido evacuar el contenido específico de la enseñanza univesitaria por un método tan simple como devastador. A saber: eliminando del título correspondiente del Código las palabras «blanco» o «negro» y sustituyéndolas por «personas», un término genérico que se salta la diferencia cualitativa entre el blanco y el negro.

La Universidad, pues, ha sido equiparada a una unión sin distinción de raza, de «estudiantes» y/o de «alumnos». Naturalmente no se prohíbe que puedan ser todos blancos, pero no es necesario que lo sean. Con lo cual la Universidad ha dejado de existir en su especificidad. Es como si el reglamento del fútbol dijera simplemente que es un juego de balón; así habría sido equiparado, entre otros, al baloncesto o al balonmano. No se habría prohibido, ciertamente, jugar el balón con el pie, pero tampoco se habría excluido que pudiera ser jugado con la mano por todos los jugadores y en todas las ocasiones, por lo que, sencillamente, habría dejado de existir como balompié.

La disolución de la Universidad como figura académica propia no es una pura sutileza conceptual. Es un gravísimo acontecimiento de carácter epocal que trae consigo consecuencias muy negativas para la vida de todos los americanos. Significa que la Universidad no está ni reconocida ni protegida por la ley en cuanto tal. Las leyes protegen hoy todo tipo de realidades y de bienes muy concretos: desde los osos pardos hasta los quesos de Wisconsin. Está muy bien. Pero, mientras tanto, se le ha retirado la protección legal a esa realidad humana tan determinante del presente y del futuro de la sociedad que es la Universidad, el nicho ecológico de la cultura, el ámbito fontal de la educación de los americanos, de la excelencia y de la paz.

Comprendo que quien haya tenido la deferencia de leerme hasta aquí pueda pensar que es muy exagerado lo que digo o que, concediendo al menos que algo pueda haber de lo dicho, no se trata de un asunto que le pueda afectar seriamente a él o a ella. Tratemos, pues, de verificar lo que decimos con un solo ejemplo que pone de manifiesto cómo todos quedan afectados por la desprotección jurídica de la Universidad.

No hay ningún americano que no se vea concernido por las realidades significadas por las palabras «blanco», «negro», «judío» o «chino». Pues bien, estas realidades son ahora olímpicamente ignoradas por la Ley. Nadie puede pretender que la Ley proteja su cualidad de blanco o de negro, por la sencilla razón de que esos conceptos han sido eliminados del Código Civil y han dejado de ser realidades jurídicas. Siguen siendo, naturalmente, realidades humanas de primer orden, pero ya no realidades que merezcan una protección legal. En Alabama, llamar blanco o negro a una persona y tenerla como tal es algo perteneciente al mundo privado, de los afectos, de los gustos o, en su caso, de la literatura, pero no un bien jurídico ni académico públicamente defendible.

Prueba de ello es el caso siguiente. Una niña de seis años, blanca, rubia y con trenzas, viene del colegio contándole a su madre que la profesora le ha dicho que cuando sea mayor podrá ir a la Universidad con estudiantes negros de su misma edad. La madre, horrorizada, trata de explicarle un poco las cosas. Al día siguiente, la niña vuelve del colegio llorando y tachando a su madre de mentirosa porque la profesora le ha explicado de nuevo que sí podrá estudiar con negros y que su madre está anticuada y es «racista». ¿Podrá esta madre tratar de defender legalmente la realidad de su hija como futura estudiante blanca y decente, y exigir a la maestra que deje de tratar de borrar de la cabecita de su hija los conceptos sagrados de «blancos a estudiar» y «negros a recoger algodón»? No podrá, porque los promotores de la actual legislación sobre la Universidad le han arrebatado ese derecho. En cambio, si insiste en denunciar la tropelía de la profesora, puede sucederle que alguien la denuncie a ella por «racista» y por educar a su hija según criterios de «discriminación por razón de color de la piel».

En resumen: la actual legislación de Alabama no reconoce ni protege a la Universidad y, por tanto, supone un retroceso histórico respecto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, de la que este año celebramos el octavo aniversario. La sociedad debe reaccionar enérgicamente ante este estado de cosas. Gracias a Dios, lo está haciendo ya.

Determinada prensa me atribuye de modo reiterado una afirmación que nunca he hecho. Dicen que he dicho que la mal llamada Ley de la Educación sin Discriminación Racial es lo más grave que le ha acontecido a América en sus doscientos años de Historia. No lo sé. Es difícil calibrar que sea lo más grave que le haya acontecido a América. Lo que sí he dicho y reitero es que nuestra patria nunca se ha encontrado con una legislación sobre la Universidad como la que ahora tenemos en Alabama. Una legislación que no es que haya tipificado para una minoría lo que podría mal llamarse "estudiantes negros", sino que ha deshecho la Universidad de todos, arrojándola fuera de la Ley. El desafío es de grueso calibre. Hay que responder a él de manera proporcionada. Lo que está en juego no son tanto los derechos de América, cuanto los derechos fundamentales del ser humano.

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