miércoles, 30 de julio de 2008

Cerró los ojos y se concentró en sus sensaciones... (1)

Juan Carlos cerró los ojos y se concentró en sus sensaciones. El fuerte zumbido que oía a su alrededor, que le envolvía por completo, lejos de desagradarle aumentó aún más su alegría y excitación. Estaba tumbado en semioscuridad, y sabía que estaba rodeado de otras personas en su misma situación. Si entreabría los ojos un poco podía ver las señales luminosas en el techo que indicaban “cinturones” y “prohibido fumar”. El fuerte zumbido significaba que se hallaba a bordo de un avión, tumbado en un asiento de primera clase, mullido y cómodo, rumbo a su casa, a su hogar, intentando conciliar el sueño tras un día lleno de emociones.

Cruzó las manos sobre el pecho en un vano intento de relajarse. Era inútil: ahora lo que Juan Carlos deseaba era saltar de su asiento, ir a ver a los otros pasajeros, zarandearlos, reír a carcajadas como un demente y decirles: “por fin lo he conseguido”. Sí, amigos: Juan Carlos estaba exultante y eso le impedía dormir, estaba emocionado porque hace tan sólo unas pocas horas había logrado cerrar el contrato de su vida, varios folios grapados y firmados que ahora reposaban en el portamaletas sobre su cabeza, dentro de su maletín. Varios folios que significaban una nueva vida, un respeto nuevo dentro de su empresa, un aumento importante de sueldo, una nueva responsabilidad donde poder desarrollar su talento, sonrisas, éxito, satisfacción por todo lo logrado. Por eso era por lo que Juan Carlos no podía dormir, a 30.000 pies sobre el océano. Sólo sonreía como un tonto con los ojos cerrados, removiéndose en su asiento reclinable, saboreando cómo su vida daba un salto hacia delante, como sus sueños estaban más cerca.

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