miércoles, 30 de julio de 2008

Cerró los ojos y se concentró en sus sensaciones... (2)

Diana cerró los ojos y se concentró en sus sensaciones. Las manos de su chico recorrían su espalda desnuda, y sus labios devoraban sus labios. Allí estaba ella, en el asiento trasero de su coche, con el chico de sus sueños, dejándose llevar por el deseo desatado y besando todo lo besable y abrazando todo lo abrazable. Después de mucho reparo, después de mucho haber soñado con ese momento, al fin él estaba bajo ella, y ella sentada sobre él, y nadie podía verles porque estaban en un descampado frente a un mirador, iluminados sus cuerpos desnudos por la luna llena.
Los dos estaban hambrientos de besos, como sólo puede estarlo una pareja de jóvenes enamorados, y sus manos acariciaban el cuerpo del otro como si de un precioso tesoro, delicado, frágil, se tratara. Ella agradecía ese trato, era lo que siempre había soñado para su “primera vez”.
Diana se acomodó más sobre su chico, sabiendo, y a la vez temiendo, lo que estaba a punto de suceder. Su sexo temblaba de excitación y calor y ella quiso pegarlo al cuerpo de su chico, disfrutando de las oleadas de placer que la recorrían sin saber muy bien por qué o cómo o de dónde salían. Abrió los ojos un momento para mirar los de su chico, y supo por su mirada que ya había tomado las precauciones necesarias, y él la miró y ella le miró a él. De repente notó a su chico bajo ella, notó cómo intentaba abrirse paso por un sitio inesperado... ¿inesperado? Bueno, inesperado no, el sitio habitual, pero…

Diana abrió la boca con sorpresa y detuvo en seco su movimiento. ¿Era esto? Sintió un miedo repentino. Algo grande se intentaba introducir en su interior... miró a su chico, algo desconcertada, algo asustada. Sensaciones contradictorias nublaron su mirada: ¿temor al dolor? ¿ganas de sentirlo? ¿esto es una mala idea? ¿le amo y quiero que sea con él? ¿estoy segura de esto? ¿me va a hacer daño, mucho daño? ¿realmente es tan grande o es solo mi imaginación?

La sonrisa de él la calmó un poco. “Tranquila” susurró, con esa boca tan perfecta y esos ojos tan... tan... su mente intentaba encontrar adjetivos, pero él repitió “tranquila” y la besó tan suavemente, tan tiernamente, que Diana se relajó y dejó que todo pasara. Cerró de nuevo los ojos y sintió como “aquello” se deslizaba dentro de ella, lentamente, pero más rápido de lo que ella habría deseado... no era una sensación desagradable del todo, pero... un torrente de preguntas, de sensaciones, de dudas, recorría la mente de Diana, hasta que cayó en la cuenta de que todo había sucedido ya, que estaba unida a su chico más de lo que lo había estado nunca, y ese pensamiento le hizo acercarse a él y fundirse en un beso sincero, de agradecimiento, de amor.

Y los dos, fundidos en uno solo, comenzaron a mecerse, a vibrar juntos, en un viaje sin retorno que les llevaría a las estrellas.

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