jueves, 23 de junio de 2005

El fresco general

Los cumulonimbos llevan todo el día rondando, y el viento fresco entra, ocasionalmente, como un torrente por la ventana. Es como una bendición. El punto malo es que los cumulonimbos no me dejarán ver nada esta noche con el telescopio. Pero el fresquito lo compensa todo.

Me quieren hacer creer que ahi fuera el mundo es un lugar lleno de gente vengativa, furiosa, indignada, irresponsable, sin rumbo, o simplemente mala gente.

Hoy hablaba con alguien acerca de las opiniones radicales que algunos tienen sobre los otros. Esta persona es un tal, esta persona es un cual porque piensa de tal manera. Yo antes era así, lo confieso. Pero las casualidades de la vida te hacen tener largas y densas conversaciones sobre los temas más delicados, con personas que tienen visiones radicalmente opuestas a las tuyas.

Y resulta que, para tu sorpresa, sus opiniones son en un 90% similares a las tuyas.

Y te das cuenta de que son personas, como tú. Con sus sueños, sus ilusiones, sus ideas acerca de lo que es un mundo mejor.

Que son personas a las que es difícil odiar.

Y te das cuenta de que la gente que más radicalmente critica a los demás, nunca tiene esas conversaciones tan profundas con ellos. Y de hecho se niegan rotundamente a tenerlas. Qué fácil es odiar a alguien con quien nunca has hablado.

El fresquito sigue entrando por la ventana. La noche cae lentamente. Los cumulonimbos dejan amplios claros en el cielo. Quizás, después de todo, haya algo que rascar.

Pero lo primero es lo primero. Este vaso de cocacola debe ir a la cocina (lleva un rato susurrándomelo al oido...)

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