miércoles, 7 de diciembre de 2005

De vuelta

Ha sido duro.

Me he pasado un mes pasando sueño, rescatando medias horas de donde podía, tecleando furiosamente, pensando sin parar en la calle, en el metro, durmiendo, ideando desenlaces, personajes, escenas, conversaciones. Intentando desesperadamente mantener un balance equilibrado entre la vida laboral, la vida personal y la vida en el mundo fabulado de la Nanovela. ¿Cuántas palabras haré hoy? ¿Cuántas palabras tengo que hacer hoy, para compensar que ayer no pude escribir a causa del sueño?

En algunos momentos me flaquearon las fuerzas, llegué a sentir que aquella lucha no tenía sentido, aquel esfuerzo absurdo, y que no sería capaz de conseguirlo. Pero ellos siempre estuvieron ahí para darme el empujón hacia adelante, para devolverme a la ilusión, que a fin de cuentas es en lo que está basado el trabajo de crear historias. Y sobre todo, por supuesto, K, que en los días finales, cuando estaba llegando a casa a las diez de la noche, harto de todo, me susurraba al oido que lo intentara, que ya quedaba poco, y que luego la iba a leer entera.

Y por fin llegó el día, casi 24 horas antes de la fecha prevista, que crucé la barrera de las 50.000 palabras. Y dos días después, ya más liberado de tensión por las fechas, pude escribir con una satisfacción indescriptible el "Fin" del primer borrador del documento Word más largo que he escrito en mi vida, 56.000 palabras en total.

Y entonces volví a lo que llamamos mundo real; a tener las tardes libres, a ponerme los guantes y limpiar la cocina, a cocinar cosas que no sean pizzas o huevos fritos, a ver gente del mundo exterior (¡gran reunión nanowrimera!), a visitar concesionarios de coches.

Y, por supuesto, a escribir aquí.

He sobrevivido. Y estoy magullado, dolorido, pero feliz.

Uf. :)

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