lunes, 22 de enero de 2007

Week Report

Queridísima tía Prudence:

Como hace tanto tiempo que supongo no tienes noticias mías, te escribo estas letras desde el jardín de la casa de campo de Brixton. Oh, qué mañana más maravillosa hace. Tendrías que verla. La niebla inunda el ambiente, y sólo los árboles más cercanos son visibles tras un espeso velo de frescura, mientras se intuye el sol naciente y los pájaros cantan, como inseguros, sin tener la certeza de que haya amanecido ya.

Ha sido una semana difícil. Hemos tenido muchísimo trabajo en las oficinas de la Tottington & Co., dado que hay una reforma legal en los próximos días y ha pillado a todo el mundo por sorpresa. He tenido que trabajar más horas de lo habitual... ¡oh, tía Prudence, tú no sabes lo frustrante que es toparte una y otra vez con dificultades insalvables, o salvables tras mucho trabajo, con el señor Tottington a tu espalda señalando el reloj y susurrando "... esto tiene que estar para hoy... que mañana los usuarios tienen que poder trabajar..."!

Y eso no ha sido lo peor. He tenido que realizar actos contrarios a mi moral. No, por Dios, no me interpretes mal, tía Prudence, no he regalado mi virtud a ningún hombre de mala voluntad, tú sabes que yo me reservo en cuerpo y alma para el gentil Lord Harringsey. A lo que me refiero es que en el trabajo he tenido que actuar de alguna manera que no me resulta grata. Como contar medias verdades, o directamente inventarme cosas para salir del paso. Sí, llámame mimada, dime que no he madurado desde que estaba en la clase de Sor Patricia en el internado de St. Augustine. Pero no me agrada tener que hacer cosas con las que me siento mal, mientras a la vez me piden que sea eficiente, buena trabajadora, honesta y educada.

En fin, supongo que tendré que acostumbrarme a esta encorsetada sociedad victoriana.

Por cierto, el otro día leyendo el "Times" me sorprendí a mí misma. Sabes que no soporto a esa pedante que escribe en la sección de Religión, Moral y Buenas Costumbres, la tal Christine Stuttinghamshire. Cada artículo suyo es como una bofetada en mi inteligencia, cada opinión suya choca frontalmente contra mis principios morales.

Y sin embargo...

El otro día en su columna dijo verdades como puños. Casi me dieron ganas de enviarle una carta a su despacho de Londres felicitándola. Venía a decir que esta sociedad va tan acelerada en su modo de vida, tan "todo lo quiero para ya", "debo aprovechar cada minuto", "no puedo desperdiciar mi tiempo, tengo mil cosas que hacer", que estamos perdiendo las pequeñas cosas, los pequeños detalles que realmente son los que importan. Concretamente el artículo se centraba en las relaciones de pareja, y cómo los psicólogos tienen cada vez más pacientes que llegan a su consulta quejándose de que para su pareja son un cacho de carne. (Perdóname, tía Prudence, por mi manera cruda de expresarme). Las caricias, los mimos, los susurros, todo eso ha desaparecido en favor del polvo rápido (oh, espero que no lea esto Lord Harringsey) y el pasar al siguiente punto del plan del día.

Yo, por mi parte, pienso hacer todo lo posible por no caer en ese defecto. La próxima vez que invite a Lord Harringsey a tomar el té, le tomaré de la mano suavemente y le haré sentir cosas que nunca ha sentido, sólo con mi voz y mi mirada.

En fin, se me acaba la tinta, tía Prudence. Me despido de tí afectuosamente hasta la próxima carta. Seguro que tengo mil cosas más que contarte. Ahora me voy a ver cómo está el macizo de petunias, con esta niebla y esta humedad seguro que está tan feliz como yo.

Muchos abrazos,
Amelia

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