miércoles, 31 de julio de 2002

Sim City

Me apoyo en la ventana de mi nueva casa para contemplar la vida del barrio. Es media tarde y la gente pasea por la calle o regresa del trabajo. No sé si he comentado que es un tercer piso. Desde mi privilegiada atalaya domino la intersección de dos calles, y un pequeño parque.

De repente una sensación agradable me recorre, y no sé por qué. Tras unos segundos lo averiguo... mientras contemplo a la gente. No ya a la gente, sino a personas individuales. Esa pareja de quinceañeros que se bajan de la moto (sin casco) frente a la heladería. Esa niña que llora mientras la madre le regaña y el padre, sentado a varios metros, pasa del tema. Esa pareja que empuja su carrito ocupado por dos cachos de carne con ojos sonrientes. Esos macarras que conducen el coche con la música a toda hostia y con las ventanillas bajadas, atronando al barrio con alguna especie de música trance o como cojones la llamen.

Y me quedo observando a cada uno de ellos... a la niña, a la heladera, a la estudiante que baja del autobús, a la maruja que charla con sus amigas marujas en el banco del parque... les observo, mientras ellos hacen su vida ignorantes de que desde esa ventana alguien les vigila, se preocupa por ellos, curiosea su manera de andar y de hablar, y se pregunta si esa pareja que acaba de encontrarse en esa esquina son novios, y desde hace cuánto tiempo.

Es el poder... es como ser un semidiós que observa a su pueblo, es como un Gran Hermano que disfruta observando a la gente. Es como un videojuego en el que yo pudiera decirle a esa señora que cruce por el paso de cebra en vez de pasar corriendo delante de un camión... derecha, derecha, adelante+salto, 100 puntos!

La gente se mueve como hormiguitas bajo mi ventana. Me gusta mi nuevo barrio. Además hay una pastelería en mi manzana, cosa imprescindible para saciar mi adicción a la crema y al chocolate.

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